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Crítica / Impresiones:
Manuel Huerga ha creado una película que impregna de humanidad al espectador y que relata, en otro suceso histórico verdadero, una realidad que se ha repetido a la largo de la historia. Encontrar la misma estructura que se aprecia en el film en diez acontecimientos verídicos más, no es una ardua labor.
Dentro de un grupo de personas oprimidas, siempre han existido inconformistas dispuestos a cambiar el mundo en el que viven. Como consecuencia directa de su lucha, valiente y tenaz, han perdido lo más valioso que un ser humano posee: su vida. Desconocemos si fueron conscientes o no de lo peligroso de su actividad, pero lo que si sabemos es la importancia vital de las repercusiones de sus actuaciones.
No obstante, todos los que rodeaban al joven Salvador, en este caso, la sociedad española de los años 70´, se beneficiarían pocos años después de lo que inconformistas como nuestro protagonista consiguieron con su vida.
Esta película no sólo habla de inconformismo sino que trata también sobre la injusticia. Porque aquellos mismos individuos que presenciaron y llevaron a cabo la ejecución se aprovecharían años más tarde de una democracia que activistas como Salvador iniciaron; porque, Salvador Puig Antich luchaba por una nueva sociedad en la que no excluía a algunos de sus verdugos (Jesús, el funcionario de prisiones) que acataban unas órdenes moralmente injustas para ellos también, pero que caían en el conformismo apoderados por la cobardía.
La última sensación que deja el largometraje es difícil de definir, y se sitúa entre la vergüenza y la amargura de no actuar como nos dicta el corazón; y de ver como unos pocos luchan por el bien común, como otros tantos gozan del poder amparados por el sistema establecido y como la gran mayoría constituye la maquinaría perfecta que sustenta el sistema mientras sufre y sigue sin alzar la voz.



